¡Hola!
La
actividad a realizar para esta semana consiste en apoyar a sus hijos, leyendo
el cuento “Las apariencias engañan” e identificar en el mismo, aquellas
palabras que desconocen.
Investiguen
su significado en el diccionario, y los niños lo escribirán en su cuaderno.
Al
final, anotar los diferentes nombres con los que se conoce a los cerdos.
Papá/Mamá:
Recuerda que la lectura y el uso del diccionario son medios propicios
para enriquecer el vocabulario de
todo niño.
El uso del diccionario es una costumbre que debe sembrarse desde muy temprana
edad
Las
apariencias engañan
En una granja convivieron una vez
muchos cerditos, y aunque ante el ojo humano podían parecer casi iguales, lo
cierto es que eran muy diferentes unos de otros. Algunos eran muy grandes y
lustrosos, y otros, más débiles, eran mucho más flacuchos y escuálidos. Los
primeros, conscientes de su lozanía, se burlaban de los otros insinuándoles que
no valían para nada.
¡Qué lástima dan esos cerditos escuchimizados!
¡Son un saquito de huesos! – Dijo el cerdo más grande y cebado de toda la
granja.
Los
cerditos más pequeños y menos fuertes, se apesadumbraban con aquellos
comentarios y se sentían continuamente humillados por las burlas de sus compañeros
de granja. No se atrevían ya, ni siquiera, a observarse en los cristales de las
puertas y ventanas que les rodeaban. A pesar de las dificultades,
procuraban levantarse el ánimo los unos a los otros confiando en que algún día
aquellos cerditos vanidosos tendrían su justo merecido.
Un
día, el granjero que cuidaba a todos ellos, bajó a la granja por un buen
ejemplar para celebrar las fiestas navideñas que se encontraban a la vuelta de
la esquina. El granjero observó muy atento a todos los cerdos que tenía,
posando su mirada, tras un rato, sobre el cerdito más grande y pagado de sí
mismo. En aquellos momentos, los cerdos más gruesos y lustrosos miraban con
ojos lastimosos a sus compañeros escuchimizados, y hubieran hecho cualquier
cosa por parecerse a ellos y no correr aquella triste suerte. Afortunadamente,
el granjero (que no tenía demasiado claro lo de poner fin a un pobre cerdito
tan solo por celebrar una fiesta), cambió de opinión y no sacó ni a uno solo de
la granja.
A partir de entonces, los cerdos
vanidosos comprendieron que las apariencias pueden engañar y decidieron
comportarse con bondad con todos sus compañeros en aquel apacible lugar.